
Se puede decir que la presente novela de Verne es un compendio de sus ideas sobre el ser humano y la sociedad, además de una suerte de autobiografía espiritual.
El hijo del escritor, Michel Verne, la publicó con numerosas modificaciones – nada menos que eliminando cinco capítulos y añadiendo otros veinte – y un intolerable cambio en el sentido ideológico de la obra.
La novela fue publicada con el título de «Los náufragos del Jonathan», y esa versión es la que se ha traducido y publicado anteriormente en España.
Ofrecemos aquí, el hermoso redactado original, inédito en castellano: el que realmente escribió su autor, donde se trasluce la amargura de Verne en sus últimos años y su fascinación por la acracia no violenta, al tiempo que se manifiesta su formidable capacidad para describir el mundo natural, mezclando la información enciclopédica con la visión poética.
A finales del siglo XIX la parte más meridional del continente americano era “tierra de nadie”. Los numerosos islotes de la Magallania (situada al norte del cabo de Hornos y separada por el estrecho de Magallanes del sur de Chile y Argentina) aún eran reductos poco explorados y sólo habitados por indígenas.
Entre esas islas vivía y se refugiaba Kaw-Djer, un hombre que había decidido apartarse de la sociedad, se movía bajo el lema “Ni Dios ni amo” y del que nadie conocía el origen, aunque por sus facciones y conocimientos estaba claro que procedía de Europa o Norteamérica.
Kaw-Djer, en lenguaje local significaba “Bienhechor” y así era considerado por las tribus locales, que le rendían respeto. Apreciaban sus cualidades innatas de líder y organizador, sus conocimientos médicos, los viajes a bordo de una chalupa poniendo en contacto a varias poblaciones y sus consejos, siempre revestidos de raciocinio, entendimiento y sentido común.
Tras instalarse en compañía de un amigo indio y el hijo adolescente del último en la deshabitada Isla Nueva, el protagonista pasó unos años tranquilos hasta que con el tratado firmado por Chile y Argentina se repartieron ambos países la Patagonia, Tierra de Fuego y Magallania.
Indómito, resuelto a no aceptar ninguna clase de gobierno, Kaw-Djer acabó en la isla Hoste, lugar cedido por el gobierno chileno a un grupo de colonos naufragados en su costa y que siguió independiente.
Allí, el protagonista tuvo la ocasión de poner a prueba su idea romántica, quizá, utópica o realista de que el ser humano es libre y no ha de someterse a otros.











